Un grupo de obreros escoceses se impresionan al ver imágenes de los Hawker Hunters de la Fuerza Área bombardeando La Moneda en septiembre de 1973. Al año siguiente, llegan motores de esos aviones a la fábrica de Rolls Royce en la que trabajan. Nae Pasaran! es la historia de su negativa a repararlos y a devolverlos a Chile, pero también sobre la importancia de conocer un pasado acto solidaridad internacional en un presente de nacionalismos extremos.
«Fue difícil saber qué forma tomaría. Al principio tuvimos que basarnos principalmente en el testimonio oral, que puede ser engañoso. Se volvió más equilibrado con documentos desclasificados de Escocia, Inglaterra, Estados Unidos y Chile. Así comenzó un largo proceso de entrevistas a muchas personas que podrían estar conectadas a esta historia en ambos países», nos cuenta su director, el chileno-belga Felipe Bustos Sierra, recordando los inicios de este trabajo que sobrepasó los cinco años de producción.
Es hijo de un periodista chileno exiliado y en su niñez escuchó muchas veces sobre este boicot. Pasaron los años y decidió que era importante investigarlo, por lo que contactó primero a Bon Fulton, Robert Somerville y John Keenan, quienes participaron en un cortometraje del mismo nombre estrenado en 2013 -disponible en la plataforma Vimeo– en el que en menos de 15 minutos recuerdan la historia ocurrida en la ciudad de East Kilbride, Escocia. Una que terminó con un reconocimiento del gobierno chileno que no buscaron: la medalla Bernardo O’higgins en 2015.
Junto al equipo de Debasers Filums, y luego asociados a La Ventana Cine en Chile, el realizador estrenó el resultado de su investigación en el Glasgow Film Festival del año 2018, para comenzar a recibir importantes galardones, entre ellos el de Mejor Película en los BAFTA Scotland y el Premio del Público en el Festival de Cine de Derechos Humanos de Donostia-San Sebastián. Ahora llega a la cartelera a Arica a Punta Arenas a través de la Red Miradoc.
El realizador y sus protagonistas junto a un motor de regreso a Escocia – Foto: Debasers Filums
En la película dices que cuando niño escuchabas esta historia. Un hecho que estaba ya transformado en un mito y con muchos datos inexactos ¿Cuándo decidiste que querías contar lo que ocurrió realmente y qué sentiste al ir completando el puzle?
Por curiosidad encontré a los viejitos escoceses. Recordaba la historia de solidaridad y en Escocia todavía se contaba como una anécdota, otro ejemplo de travesura y política -con p pequeña-, personal y compasiva, pero sin consecuencias.
Después de muchas solicitudes de Ley de Transparencia, supe que había una pequeña posibilidad de encontrar los motores y al hacerlo responder a una pregunta que los escoceses siempre habían tenido: ¿Qué paso con nuestros motores? Fue un desafío que los encendió, ya que no estaban tan interesados en mirar hacia atrás con nostalgia o recibir elogios por lo que habían hecho hace tanto tiempo, ellos querían respuestas reales.
En muchos sentidos era exactamente lo que estaba buscando. Tenía acceso a personas de las que tanto había leído, particularmente en Chile. Me hizo volver a ser un niño, durante esas noches de solidaridad escuchando todas esas historias, y estar de repente en el mismo lugar con esas personas, uno a uno, y tener la libertad de hacer todas las preguntas que siempre quise hacer.
Ellos realizaron este boicot más por razones éticas que políticas y uno de ellos dice que los sindicatos eran fuertes y podían ayudar a la gente, no como ahora. ¿Por qué crees que en Escocia y en Chile ha sido tan impresionante ver una historia sobre personas haciendo lo correcto?
Una vez que supimos qué tan lejos podía llegar la historia, el enfoque era hacerlo lo más accesible posible para todos. Esencialmente, a través de este evento chico en Escocia, con varios puntos de vista personales, estás viendo un momento gigante de la historia. Cada una de estas personas lo vivió y lo experimentó, por lo que llegas a entender lo que hicieron, por qué lo hicieron y cuáles fueron las consecuencias para ellos. Creo que esta historia da la oportunidad de ponerse en los zapatos de los escoceses y los chilenos y preguntarse, ¿qué hubiese hecho yo en ese momento?
Señalaste que hubiese sido mejor conocer la historia completa hace 40 años. ¿Cómo fue para ellos descubrir la importancia de sus actos, a través de tu investigación y lo que les ibas mostrando?
Mientras todos estábamos encantados con nuestros hallazgos, inicialmente, ellos estaban casi enojados. Habían creído durante tanto tiempo que no había nada que encontrar, por eso los abrumó descubrir lo positivo de su impacto 40 años después.
Además, en retrospectiva, este boicot terminó justo antes de que Margaret Thatcher llegara al poder y tanto la clase obrera como los sindicatos nunca fueron lo mismo. Fue una gran pérdida de convicción y esperanza de un futuro mejor para una generación. Ese sentido de comunidad, que impulsó su boicot, y se extendió por todo el Reino Unido, fue puesto en un punto de ruptura para muchos. En ese sentido, siento que desearían haber tenido este triunfo entonces en lugar de ahora. Las buenas historias, y los ejemplos relativos de buenas personas, son importantes para las comunidades. Esto les fue quitado.
Pre-estreno en el ciclo Atlas Cinematográfico de Chile de la Universidad de Santiago – Foto: Extensión Usach
Un fracaso de la dictadura militar
Tener un cortometraje con la base de la historia fue una especie de “rompehielos” con los posibles entrevistados chilenos. Con ese trabajo previo comenzó a contactar a importantes nombres de todos los sectores involucrados, recopilando testimonios del ex piloto y ex comandante en jefe de la FACH, Fernando Rojas Vender, y del Ministro de Salud de Salvador Allende, Arturo Jiron Vargas, quien falleció en 2014.
“Puede que algunos no les guste lo que dice la película, pero al menos pueden entrar al cine sabiendo que no se les mentirá”, señala sobre esta producción que se convirtió en el documental escocés más visto en Inglaterra y que ha hecho que los espectadores Chile y el resto del mundo se pongan en el lugar de Bon Fulton, Robert Somerville, John Keenan y Stuart Barrie. Cuatro hombres que décadas después de su boicot, se enteran que contribuyeron a salvar muchas vidas de chilenos, trabajadores y miembros de sindicatos como lo fueron ellos, pero perseguidos por una dictadura.
Hay personas que defienden el golpe militar y hoy podemos hablar de un avance de la extrema derecha, ¿qué significado le entregas a llegar a Chile con la historia de un fracaso de la dictadura?
Investigando mucho sobre el golpe, puedo entender hasta cierto punto por qué la gente inicialmente podría defenderlo. Claramente fue un momento muy polarizado, con constante desinformación y alarmismo en la prensa. Es lo que estamos experimentando ahora con Trump y el Brexit, y funciona tan bien ahora como lo hizo entonces en Chile. Todos tratamos de vivir nuestras vidas y la constante politización es abrumadora, lo entiendo. Pero cuarenta, cincuenta años después, con toda la información disponible, me resulta imposible que alguien siga justificando el golpe, la dictadura e ignorando las atrocidades cometidas en su nombre. Ahora conocemos las enormes inversiones del gobierno de Nixon para socavar a Allende, la escasez de alimentos auto-diseñada, las huelgas de los camioneros financiadas, toda esta manipulación.
¿Quién sabe si el gobierno de Allende pudo haber sido un buen gobierno?
Nunca lo sabremos realmente, nunca tuvieron la oportunidad de ser. Ahora no creo que haya nada bueno en «qué pasaría si», pero cuando un evento cambia completamente la trayectoria de todo un país hasta el punto en que gente mataron a otros por sus ideas, y no hay ningún esfuerzo real para documentar esto y enseñar como historia oficial al nivel nacional, va a ser muy difícil reparar esas grietas. Lo que es aún más perturbador es que muchos de los que tendrían tiempo para informarse mejor, no se molestan. O saben y no les importa.
Existía información desclasificada sobre este boicot y sus consecuencias, pero nadie la había juntado en una investigación de este tipo, ¿qué importancia le das al formato documental para reconstruir la historia de Chile?
Hay algo contagioso sobre el hacer una película. Hay un equipo trabajando junto en algo que, con suerte, será más grande que la suma de sus partes. Eso ayudó a mantener la energía durante tanto tiempo, y encontrar soluciones creativas a los problemas logísticos, fue una gran curva de aprendizaje. También ayuda a reunir dos fuentes diferentes de información, que por sí mismas nunca son suficientes: la historia oral, basada en recuerdos, que puede ser engañosa, y los archivos gubernamentales que, lamentablemente, por el lado chileno faltan muchos documentos de esa época.
Pero más que todo, es fantástico ver a estos muchachos reunidos de nuevo. Al ver cómo se tratan entiendes su dinámica y por qué estos cuatro abuelitos podrían reunir una fábrica completa alrededor de ellos. El formato documental nos permitió tomar el tiempo para capturar esto, con respeto y confianza, hasta el punto en que en el final ya no solamente los observamos, estamos con ellos haciendo estos descubrimientos.