Al parecer, todo lo que tiene que ver con Werner Herzog está relacionado con los espacios abiertos, el aire, el sol y lo que conocemos por «libertad». La cita en Chile con el realizador alemán -enmarcada en el ciclo «La Ciudad y las Palabras» de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica- sería en un comienzo en una sala de conferencias, pero debido a la alta demanda de asistentes, acabó con la instalación de las sillas en uno de los patios del Campus Lo Contador, espacio al que llegaron aproximadamente mil personas a escuchar al creador de clásicos como Aguirre, la ira de Dios (1972), Nosferatu (1979) y Fitzcarraldo (1982).

Tras unos minutos de espera, Herzog apareció frente a la gente como un explorador -mochila al hombro- que por fin llega al lugar donde debe instalarse. Entre aplausos y gritos de la audiencia, el director y escritor de 76 años saluda, sonríe, agradece, se sirve un vaso de agua… sabe enfrentarse al público y al parecer lo disfruta. Se sienta y se dispone a escuchar y ser escuchado.

La conversación duró algo así como dos horas. En ese tiempo, Herzog se mostró abierto a hablar de todo, comenzando por su experiencia en la Patagonia chilena, específicamente en la Isla Navarino, lugar donde hace unos días terminó de grabar un documental que está haciendo para la BBC acerca del escritor británico, amigo del director y dueño de la mochila de cuero que lo acompañó a la charla, Bruce Chatwin (1940-1989).

Durante la filmación, tuvo la oportunidad de conversar con Cristina Calderón, la última persona que habla yagán y cuyo testimonio aparecerá en la película. Esa experiencia, dijo, le hizo reflexionar sobre el peligro al que están expuestas las lenguas y al poco espacio que le damos para hablar de ello. «Tenemos que concentrarnos en este tema porque estos idiomas ofrecen, además, una mirada del mundo», sostuvo.

Para Herzog, «Chile es el único país que tiene una ciudad de palabras» y por eso, para nosotros, lo que está pasando con lenguas como la yagán tiene que remecernos. Según sus palabras, el lenguaje está quedando desplazado de la discusión sobre la ecología, el calentamiento global y el peligro en el que se encuentra la vida silvestre, y ese, es un riesgo inminente.

El mundo de Werner Herzog

«La mayoría de las películas me han significado un desgaste de energía criminal, pero sin ella no podría haberlas realizado», comentó Herzog, teniendo en claro que sus proyectos, y también su vida, se distinguen por esa entrega que para muchos significa un desgaste y hasta una exageración, como esa vez que decidió hacer el trayecto a pie desde Munich a París, en pleno invierno, para visitar a su amiga, la historiadora de cine, Lotte Eisner, quien se encontraba muy enferma.

Quizás es por la misma razón que este director bávaro trabaja con espacios abiertos como telón de fondo. También se refirió al respecto diciendo que para él resulta un privilegio «poder leer los paisajes, vivirlos» y aseguró: «vivo los paisajes de manera física. A veces hasta son los protagonistas». Lo mismo piensa de la música. «A diferencia de Hollywood (donde la música está hecha para provocar sensaciones), en mis películas la música es un participante más. Le doy cualidades y sentimientos humanos. Con la música puedo cambiar una película por completo».

Y de los temas actuales tampoco se desprende. Con respecto a la trascendencia de movimientos como el feminista, Werner Herzog fue enfático al decir que, para él, la incorporación de las mujeres en la industria del cine le parece, hasta ahora, «sintética». En ese sentido manifestó que «en Hollywood hay muchos clichés y tengo la sensación de que la incorporación de las mujeres, si bien es una motivación, no tiene por qué ser algo hecho según lo políticamente correcto».

Herzog dicta cátedra

Caía la tarde y la fila de interesados en saludar y hablar con Werner Herzog era interminable. Planteándole todo tipo de preguntas, la audiencia fue recibida por el director con paciencia y disposición. Herzog se tomó el tiempo de contestar las inquietudes, una por una, con profundidad, pero también con humor. Admirable. El hombre viene de vuelta y así lo hizo notar durante toda la jornada.

«Todo lo que sé lo aprendí solo», dijo el director alemán al público, recalcando que no es precisamente él quien va a las películas ni las historias, sino todo lo contrario. «La mayoría de las veces las películas se tropiezan conmigo, me encuentran», aseguró y agregó: «de hecho, no tengo ningún problema en sentarme acá porque mañana tendré cinco historias nuevas cuando esté en el avión».

Para quienes tomaron el micrófono, en su mayoría jóvenes estudiantes y también realizadores, el padre de Fitzcarraldo tuvo más de algún mensaje. «No vean tantas películas. Sí, por una vez en la vida al menos, caminen. Viajen a pie», soltó como uno de sus consejos y agregó otro: «Lean. Si ustedes no leen van a estar en redes sociales leyendo siempre pequeñas líneas. Tienen que leer poesía, libros. Zambúllanse en grandes libros. Sumérjanse en el idioma. Leer, leer, leer, leer, leer, leer…».

«Ustedes están viviendo una era maravillosa. No acepto que se quejen. Hagan cine y no se vayan por las ramas con las ideas. Es mejor que sepan desde el primer momento qué es lo que estás haciendo. Pueden subir luego sus películas. No se quejen».