En la mitad de una escena los actores miran a la cámara y nos aseguran que es verdad lo que vemos en Yo, Tonya (I, Tonya), película que a través del drama y el humor negro retrata el auge y la caída de la patinadora olímpica más polémica de la historia de Estados Unidos. Claro, todo se siente tan real que esos instantes nos dan un respiro mientras se materializa en la pantalla una de sus tantas frases: “la violencia era todo lo que conocía”.
Margot Robbie (Suicide Squad, The Wolf of Wall Street) logró una nominación al Óscar –y al BAFTA- por llevar impresionantemente a la pantalla los claroscuros de la obsesiva Tonya Harding, deportista que pasó de ser, como ella misma dice, de una ‘redneck’ a la primera estadounidense en lograr el casi imposible triple Axel. Una carrera auspiciosa truncada en 1994 por el ataque a una de sus competidoras, Nancy Kerrigan. El misterio, las dudas, los héroes y villanos se confundieron entre el festín de la prensa, la justicia, y el jurado olímpico que no veía en ella “el modelo americano” a mostrar al mundo. Un enredo que queda muy bien retratado en esta reproducción del «incidente» registrado en los medios y que hasta hoy tiene muchas interpretaciones.
A ese mundo somos invitados a entrar gracias a una dirección ambiciosa, con un montaje ágil -crédito de la editora Tatiana S. Riegel– y lleno de detalles: cámaras lentas, planos y movimientos de cámara que entregan más información de la que podemos procesar, la perfecta curatoría de canciones de su soundtrack y las presentaciones de la patinadora que recuerdan la intensidad con que la cámara seguía el baile de Natalie Portman en Black Swan (Darren Aranowsky, 2010). Pero el tono es otro (¿Scorsese o los hermanos Coen?) en esta película que también juega con el falso documental y que acerca al realizador australiano Craig Gillespie al estilo de Lars an the real girl (2007), uno de sus primeros trabajos en el que se podía sentir una propuesta completa, lo que no ha pasado en sus últimos títulos.
Margot Robbie y el director Craig Gillespie – Foto: Frank Masi/NEON
Acá hay una historia que va más allá del drama deportivo o del descubrimiento de un ídolo nacional. Está el matrimonio en un eterno círculo de violencia, el retrato de una dura relación entre madre e hija, la prensa sensacionalista y las barreras de la meritocracia. Un recorrido lleno de golpes, físicos y psicológicos, que toma consistencia con Allison Janney (Masters of Sex, Mom) como LaVona Golden – ganadora del Óscar y el Globo de Oro a la mejor actriz secundaria por este rol-, la progenitora que planeó la vida de la deportista casi desde su nacimiento, Sebastián Stan (el Soldado de Invierno en el universo cinematográfico de Marvel) como Jeff, el golpeador esposo, y Paul Walter Hauser (Kingdom) como Shawn, el ‘guardaespaldas’ que se siente mafioso.
Un contexto que arma la personalidad de Tonya. Recibe golpes pero los devuelve, tiene momentos de debilidad pero se levanta, porque el talento no es suficiente si no se convierte en algo que no quiere ser. “América. Quieren a alguien a quien amar, quieren a alguien a quien odiar”, dice en algún minuto. Logró las dos cosas, pero le costó caro. Una historia dura contada como una comedia negra que entretiene en la superficie, pero también hacer pensar en la siempre presente lucha de clases. ¿Real? Lo fue.